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El Bautismo de san Juan Eudes


El 16 de noviembre de 1601, san Juan Eudes fue bautizado. Él narra detalles de este acontecimiento tan especial en su libro Memorial de los Beneficios de Dios:


Por la gracia de Dios...fui bautizado...Nací el 14 de noviembre de 1601, día miércoles. Fui bautizado el viernes siguiente, al anochecer, en el comienzo del sábado; fui llamado Juan por mi padrino que llevaba ese nombre; mi madrina se llamaba María. (O.C. XII, 104).


De esta manera el futuro escriba del Bautismo (o teólogo del Bautismo, según p. Torres), contempla el sacramento como una gracia especial de Dios. En su libro que a la vez se convierte como en un betseller de toda su obra, Vida y Reino de Jesús, asegura que la presencia trinitaria en el Bautismo es fundamental para la formación de Jesús en el Corazón. Ahora, en su Memorial, es consciente de esta realidad sucedida en el Bautismo:


Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre. Gracias al Padre que dio a su Hijo el hombre que está por encima de todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra, en el abismo (O.C. XII, 105).


San Juan Eudes era un enamorado de Dios y ¡con justa razón! En efecto, él fue consciente desde temprana edad de la importancia que suscitaba ser cristiano, de conocer a Dios y de estar en íntima relación con él. Inclusive realizó gestos que llamaban la atención: "siendo niño, san Juan Eudes hizo voto de castidad a María y lo significó deslizando un anillo de compromiso en una estatua de María" [1]. Estas realidades él no las desconoce y por el contario son oportunidades para dar gracias a Dios por su don inefable.

El Bautismo, como "sacramento de la fe, nos introduce en la vida del Cuerpo místico... es un nuevo nacimiento, que nos hace hijos de Dios Padre, miembros y hermanos de Jesucristo, movidos por su Espíritu"[2], recuerda el padre Paul Milcent, citando algunos temas fundamentales del presbítero francés acerca de este sacramento de la iniciación cristiana. Por su parte, el padre Álvaro Torres, a partir de la afirmación del Bautismo como contrato con Dios, asegura que "Dios se abaja hasta mí para comprometerse conmigo a hacerme hijo, a estar en mí activamente siempre, a llamarme a la herencia de hijos del cielo"[3].


Que el recuerdo del Bautismo nos ayude a sumergirnos en la vida de Dios, de manera que una vez hayamos renunciado al pecado, nos adhiramos plenamente a la Santísima Trinidad.




[1] Torres, Introducción, 10.

[2] P. Milcent, Saint Jean Eudes, París, 1964, 38.

[3] Torres, El proceso..., 95.


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