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¿Bautizado dos días después?


San Juan Eudes es claro: nació el miércoles y fue bautizado al viernes siguiente, al atardecer. Seguramente el lector del siglo XXI se preguntará: ¿Por qué fue bautizado tan rápido? ¿Tiene alguna significación especial?

Consultamos al padre Álvaro Duarte, responsable de la Unidad de Espiritualidad Eudista, un proyecto de la Congregación de Jesús y María, encargado de promover, profundizar y difundir la espiritualidad de san Juan Eudes, quien ha asegurado que este tema está muy relacionado con las creencias del siglo XVII. Si un niño no era bautizado cuanto antes, podía existir el riesgo de muerte y de que se privara del reino de Dios. Sus padres, "cristianos serios y de oración"[1] no podían privar a su primer hijo de esta gracia especial.

Actualmente vienen a la mente las palabras del papa Benedicto XVI[2], dirigidas a la Asamblea Eclesial de la Diócesis de Roma el 11 de junio de 2012 y que nos ayudan a comprender, desde otro contexto pero ante una misma realidad, la importancia de bautizar a los niños:

La vida misma se nos da sin que podamos nosotros elegir si queremos vivir o no; a nadie se le puede preguntar: «¿quieres nacer, o no?». La vida misma se nos da necesariamente sin consentimiento previo; se nos da así y no podemos decidir antes «sí o no, quiero vivir o no». Y, en realidad, la verdadera pregunta es: «¿Es justo dar vida en este mundo sin haber obtenido el consentimiento: quieres vivir o no? ¿Se puede realmente anticipar la vida, dar la vida sin que el sujeto haya tenido la posibilidad de decidir?». Yo diría: sólo es posible y es justo si, con la vida, podemos dar también la garantía de que la vida, con todos los problemas del mundo, es buena, que es un bien vivir, que hay una garantía de que esta vida es buena, que está protegida por Dios y que es un verdadero don. Sólo la anticipación del sentido justifica la anticipación de la vida. Por eso, el Bautismo como garantía del bien de Dios, como anticipación del sentido, del «sí» de Dios que protege esta vida, justifica también la anticipación de la vida. Por lo tanto, el Bautismo de los niños no va contra la libertad; y es necesario darlo, para justificar también el don —de lo contrario discutible— de la vida. Sólo la vida que está en las manos de Dios, en las manos de Cristo, inmersa en el nombre del Dios trinitario, es ciertamente un bien que se puede dar sin escrúpulos. Y así demos gracias a Dios porque nos ha dado este don, que se nos ha dado a sí mismo. Y nuestro desafío es vivir este don, vivir realmente, en un camino post-bautismal, tanto las renuncias como el «sí», y vivir siempre en el gran «sí» de Dios, y así vivir bien.

Esta realidad expresada en un lenguaje tan sencillo y tan profundo por Benedicto XVI hace pensar en la convicción que posiblemente sintieron los padres de san Juan Eudes para descubrir que el Bautismo, por ser un don gratuito de Dios, debía ser dado cuanto antes al futuro teólogo del Bautismo.




[1] Milcent, Saint Jean Eudes, 7.


[2] Benedicto XVI, Lectio Divina del Santo Padre Benedicto XVI a la Asamblea Eclesial de la Diócesis de Roma, Roma: Libreria Editrice Vaticana, 2012. Disponible en el sitio web


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